Hace algunos años mi padre me contó que mi abuelo fue un masón de Madrid. No conservábamos ningún dato que nos ayudase a entender qué hizo o hasta dónde llegó. Solo teníamos su nombre: "Espantaleón". Intenté recuperar algo de su historia hasta que me topé con los archivos de Salamanca y entendí que ahí iba a ser muy complicado entrar.
Me quedó el gusanillo. Desde entonces comencé a leer y documentarme sobre los masones, su presencia en España e incluso su huella. De ahí que en esta novela me haya atrevido a tocar el tema, muy libremente eso sí, y con bastantes licencias literarias, pero siempre con respeto.
He entendido que la masonería es como cualquier otra gran organización con algo de poder como la iglesia o gobiernos, hay buenas y malas voluntades. Por eso hay que quedarse con el motivo último que la inspiró y con las acciones de sus miembros de buena voluntad. Como con todo.